16.2.09

Cabezas robóticas, lo último en decoración para el salón


Quién no ha sentido un pequeño escalofrío al entrar en una habitación y encontrarse de bruces con un animal disecado. Por ejemplo, con uno de esos enormes toros de lidia que se colocan en bares y restaurantes, de los que dejan a los guiris con la boca abierta. Aunque seguro que los turistas no se impresionarían tanto si se exhibieran estas cabezas de animales robóticos, con un aspecto más agradable e inocente que las de verdad.
Pero cuidado, las criaturas sólo son amistosas si nos colocamos a una distancia prudente. Si por casualidad nos aproximamos más de lo aconsejable a cualquiera de los once bustos que componen esta original colección, su sensor infrarrojo detectará nuestro movimiento. Las fieras abrirán los ojos, rugirán y se volverán más hostiles a medida que nos situemos más cerca. Puede que estén colgadas de la pared, pero defenderán su territorio a muerte.
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