6.2.07

Pipilotti Rist
Del vídeo a la instalación



Con el transcurso del tiempo, sus obras se han hecho cada vez más sofisticadas. Su enriquecimiento personal, unido a los avances tecnológicos, han dado lugar a cortos indudablemente bellos y envolventes.
Lo que no cambia es que ella sigue interpretando el papel de protagonista. Deja atrás el formato plano y comienza a crear instalaciones en las cuales integra vídeos que proyecta directamente sobre muebles, bañeras o simplemente sobre suelos y paredes del museo. Las imágenes invitan al disfrute. Esta “dulzura” aparente de sus obras ha suscitado críticas. Pipilotti ha repondido a sus adversarios haciéndoles la pregunta de por qué hemos de rehuir del placer. Según ella, el disfrute es mantenido al margen del arte, al ser considerado más propio de la cultura popular. La artista rechaza hacer distinción entre low-art y high-art, sin negar la existencia de valores de calidad.
Desde la secuencia intermitente de imágenes psicodélicas y pop, hasta la utilización de las tomas fallidas de las grabaciones en vídeo, las imágenes de la autora son un licuado de instantáneas de un universo onírico, con reminiscencias del subconsciente y todo ello reconstruido bajo la regla de la libre asociación. Los videos de Rist también buscan la estimulación de todos los sentidos en el momento de la percepción al proyectarlos de diversas maneras en habitaciones para que la gente se siente en sillones agigantados o se tumbe en el suelo para verlos y escucharlos. La saturación de colores en sus vídeos –tirando hacia los azules eléctricos y los rojos- o el humor y su obsesión por el cuerpo femenino, no son las únicas características de la obra de Rist, sino también las posibilidades que el entorno provoca sobre el espectador de sus obras.

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